La época de la Reforma Protestante. Aunque Renania seguía siendo católica, había luteranos, anabaptistas y calvinistas.
La Iglesia Católica era una institución poderosa, pero mucha gente ya no tenían fe en los clérigos, pues muchos se enriquecían y llevaban una vida de lujo, aún de excesos.
Para la gente medieval, el infierno y el purgatorio eran realidad, y peregrinaciones, limosnas y beneficencias tenían tradición. La Iglesia decía que el papa podría perdonar algunas penas en el purgatorio, y la gente donaban para ahorrarse a ellos mismos y a sus familiares eses dolores.
Potencia mundial Habsburgo
Al principio de la edad moderna los Habsburgos eran una potencia europea. El emperador Maximiliano se había casado con María de Borgoña, y con ella había ganado los territorios ricos con los Países Bajos. Tras su muerte, los territorios Habsburgos en Austria, que pertenecían al Sacro Imperio, llegaron en la mano de su nieto Carlos, que era el rey de España desde 1516. Gracias a la ayuda financiera legendaria de los Fugger en 1519 fue elegido emperador.
Carlos V llegó a ser uno de los hombres más poderosos de su era, gobernando un imperio en el que «el sol no se pone»: territorios extensos en Europa, heredados de sus antepasados españoles y borgoñones y las colonias españolas en América y las Filipinas. Carlos V fue el único emperador Habsburgo que, al menos por algunos años, reunió en su persona todo el poder de los Habsburgos. Debe haber odiado ver como se extendía el protestantismo en Alemania, sin poder interferir pues guerras contra Francia y los Turcos lo mantenían fuera del país.
Al mismo tiempo, sus conquistadores salieron para conquistar el Nuevo Mundo con sua legendarios tesoros de oro y plata para España: En 1521, Cortés rompió el Imperio Azteca en México, en 1532 Pizarro el Imperio Incas en el Perú. Así, Carlos V llegó a ser uno de los hombres más poderosos de su tiempo. Como el único Habsburgo unió por algunos años todo el poder de los Habsburgo en su mano.
Reforma protestante
Cuando Martín Lutero publicó sus 95 tesis contra la práctica da las indulgencias en la Iglesia Católica, una época de escisión religiosa, aún de guerras empezó. Dentro de poco la reforma protestante se extendió en Alemania. Algunos príncipes se convirtieron, por ejemplo los de Hesse, Palatinado, Sajonia y Württemberg. Lo hicieron por convicción, sino también por cálculos políticos: al convertirse al protestantismo, acabaron con la autoridad del papa y los impuestos abrumadores a la curia en Roma. En sus estados pudieron establecer sus propias iglesias luteranas y así fortalecer su posición en frente del emperador católico Carlos V de la dinastía de Habsburgo. Obviamente, la reforma protestante ya no era un asunto de teólogos solamente.
En aquel entonces en el Siebengebirge
Desde la Edad Media Tardía, la mayor parte de nuestra región pertenecía al Ducado de Berg. En la época de la reforma protestante, los ducados de Jülich y Cléveris en la orilla izquierda del Rin y el ducado de Berg en la margen derecha se unían en los manos de la familia de Cleves.
Duque Guillermo IV de Berg
El duque Guillermo IV (1539-1592) era un hombre poderoso. También era un humanista de mente abierta, en sus tierras vivían en paz católicos y protestantes. Su hermana Ana de Cleves era la cuarta esposa de Enrique VIII de Inglaterra.
Güeldres – el emperador pone un ejemplo
En 1543, el duque reclamó Gelderland, un territorio en los Países Bajos limitando con el estado federado alemán de Renania del Norte-Westfalia. Con este territorio, su ducado hubiera sido una superpotencia regional, lo que le alarmó al emperador Carlos V. Después de su larga ausencia de Alemania, ahora pudo demostrar su poder e imponer su voluntad a un príncipe alemán. Cuando las tropas imperiales marcharon por la ciudad de Bad Honnef, se metieron en peleas con los hombres del duque, y muchas casas fueron destruidas. Por último, el duque Guillermo fue derrotado. En el tratado de Venlo de 1543, tuvo no solo a renunciar a Güeldres, sino también a luchar enérgicamente contra la reforma.
La guerra
Desde hace décadas el emperador Carlos V luchaba contra la reforma protestante y para salvaguardar la unidad de la cristiandad. Finalmente, el Concilio de Trento (1546-1563) tuvo lugar, pero los príncipes luteranos se negaron a participar. Una vez más Carlos V tomó las armas. Sus tropas, reforzados por mercenarios españoles e italianos, se impusieron, y los príncipes luteranos se subordinaron. A pesar de esta victoria, Carlos V no logró a establecer buenas relaciones con los duques alemanes, pues el predominio del emperador y de España les molestaba a la mayoría de ellos incluso los católicos. Cuando Carlos sugirió a su hijo Felipe II de España como su sucesor, los príncipes, con el apoyo del rey francés, se rebelaron contra él. Tras una derrota devastadora, Carlos V tuvo que retirarse (1556) en favor de su hermano menor Fernando.
La paz de Augsburgo
El nuevo emperador Fernando I (1556-1564) hizo la paz con los luteranos. La Paz de Augsburgo de 1555 declaró que el príncipe pude elegir si se practica la confesión católica o luterana en su territorio – el calvinismo y el anabaptismo estaban prohibidos. Los súbditos estaban obligados a practicar la confesión de sus príncipes, pero tenían el derecho de emigrar a otro principado (en latín «cuius regio, eius religio»). La Paz de Augsburgo también estipuló que un obispo o un abad si podrían convertirse en luterano, pero sin llevarles los bienes de este obispado o abadía.
Calvinistas y anabaptistas en la región del Rin
Después de la derrota de Carlos V y la Paz de Augsburgo, la reforma protestante se extendía de nuevo en nuestra región. Sin embargo, ahora dominaban las enseñanzas de Juan Calvino. En muchos pueblos se fundaron parroquias calvinistas, también en Niederdollendorf y, sobre todo en Oberkassel. Pero era peligroso confesarse al calvinismo, y estas personas solo podían reunirse en secreto, ya que la Paz de Augsburgo no reconocía la confesión calvinista. Además, desde 1566 los Países Bajos calvinistas luchaban por su independencia de España gobernada por la línea española de Habsburgo, así las autoridades Habsburgos en Alemania no toleraban parroquias calvinistas en el imperio, justo en la frontera de los Países Bajos.
En aquel entonces en el Siebengebirge
Aún más que el calvinismo, el anabaptismo como predicado por Menno Simons había ganado terreno en los pueblos en la orilla derecha del Rin. Esta gente consideraban inválido el bautismo infantil y abogaban por el bautismo de creyentes. Por otra parte, exigían la libertad de culto y se oponían a la autoridad de la Iglesia, lo que llevó a persecuciones severas por las autoridades católicas y luteranas. Estos anabaptistas eran pacifistas, pero sin embargo las autoridades les perseguían. Desde la Dieta de Speyer de 1529, los anabaptistas que no abjuraban podían ser ejecutados en seguida – sin juicio.
Guerra de la Colonia (1583-1588)
El arzobispo y príncipe elector de Colonia, Gebhard Truchsess von Waldburg, se había convertido al calvinismo y se casó con la mujer que amaba, Agnes von Mansfeld. Según la Paz de Augsburgo, tuvo que renunciar a los territorios del arzobispado. Sin embargo, Gebhard se negó, y esto no solo era contra la ley, sino también un asunto de poder político. Como el arzobispo de Colonia fue un príncipe elector, su voto ahora calvinista podría haber llevado a una mayoría protestante en el colegio electoral. El capítulo de la catedral de Colonia lo reemplazó por un católico, Ernesto de Baviera de la dinastía Wittelsbach.
Ambas partes tomaron las armas. Gebhard tuvo apoyo militar del Palatinado, Ernesto de Baviera y España. Durante los años siguientes la guerra de Colonia rabió. El castillo de Godesburg donde Gebhard se había afosado fue sitiado y destruido en 1583. La ciudad de Königswinter con el castillo encima del Drachenfels fue ocupada y saqueada hasta que llegaron las tropas de Baviera y la rescataron. Gebhard tuvo que huir. Con el apoyo de tropas holandesas regresó y conquistó Bonn en 1587. Sin embargo, cuando los holandeses retiraron sus tropas en 1588, tuvo que darse por vencido.
En el curso de la Guerra de Colonia, muchos castillos medievales y pueblos habían sido destruidos, la Paz de Augsburgo había sido violado. Además, ambas partes habían llamado tropas extranjeras en el país.
Guerra de los Treinta Años
Unos 50 años más tarde, una guerra devastadora estalló, la Guerra de los Treinta Años (1618-48) que dejó detrás un país asolado y diezmado.
Años de terror
Ejércitos de mercenarios marcharon por las tierras. Pagados tarde o nada en absoluto, robaron, saquearon y mataron. En 1638, Wolfgang Wilhelm, Duque de Jülich-Cléveris-Berg (1614-1653), escribió que en el Ducado de Berg solo un sexto de los habitantes había sobrevivido. No solo la guerra, sino también el hambre y las epidemias mataron a innumerables personas.
Por aquel entonces en el Siebengebirge
En 1632, el general sueco Baudissin marchó contra el arzobispado de Colonia. En 1633, tropas suecas conquistaron el Drachenfels y destruyeron el castillo, poco después tropas españoles les expulsaron. Casi al mismo tiempo, el castillo encima de la montaña Löwenburg fue destruido también.
En 1642, el arzobispo de Colonia mando destruir lo que había quedado del castillo encima del Drachenfels. La edad de los castillos había pasado, ya no podían resistir a las armas modernas y así mantenerles resultó demasiado caro. Años de terror siguieron.
La paz de Westfalia
1648 se hizo por fin la paz en Münster y Osnabrück. No solo el emperador, sino también los príncipes participaron y obtuvieron más autonomía en sus territorios, lo que significó una pérdida de poder del emperador. Ahora el Sacro Imperio estaba formado por unos 300 condados y ducados, y el mapa político se hizo definitivamente un mosaico, dejando un territorio mucho menos cohesionado que los emergentes estados modernos que tenía a su alrededor.
Caza de brujas
Otro capítulo negro de esos días son las cazas de brujas en el Sacro Imperio entero. En los territorios de los arzobispos de Colonia y de los condes de Berg, cientos de personas fueron arrestadas por ser brujas o hechiceros, torturados y condenados a muerte en la hoguera. Un valiente combatiente contra los juicios de brujas fue el Dr. Johannes Weyer, el médico personal del duque Guillermo IV de Jülich-Cleves-Berg. Protegido por el duque, Dr. Weyer acusó el exceso de injusticia y las crueldades de los juicios de brujas en sus libros. Años más tarde, el sacerdote jesuita Friedrich Spee von Langenfeld luchó contra la caza de brujas, siempre corriendo el riesgo de ser acusado y condenado el mismo.
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